El cordobés que llegó a la selección argentina de hockey sin ser citado y abrió el camino en los ‘80 | Hockey – La Voz del Interior

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Andrés Barrientos fue el primer jugador de campo del interior del país en vestir la celeste y blanca. Vive en Barcelona, donde creó un club de hockey y una Liga Escolar.
Con un bolso en la mano y la ilusión de ser parte de la selección argentina de hockey sobre césped, Andrés Barrientos viajó desde Córdoba hasta Buenos Aires y se presentó en los entrenamientos del equipo nacional. ¿El dato? No había sido convocado.
Pero su sueño era vestir la celeste y blanca, y un comentario lo había hecho ilusionar. Fue a fines de 1985, después de que el potente volante del Jockey Club Córdoba se consagró campeón argentino con la selección cordobesa en Mar del Plata.
“Vino un directivo y me dijo que tres chicos iban a ir a Buenos Aires a entrenar y que yo era uno de ellos. Me entrené todo el verano como un animal y cuando llegó febrero/marzo, me dijeron que aquello se había pinchado”, recuerda Barrientos, quien en ese momento decidió que su sueño se iba a hacer realidad.
“Me fui igual. Me presenté en el entrenamiento y me aceptaron. Me entrené un mes y me volví a Córdoba”, cuenta quien está radicado en Barcelona desde 1992 y hasta fundó allí un club de hockey.
Así empezó Andrés a gestar su historia con la albiceleste y también la del hockey cordobés, porque se convirtió en el primer jugador de nuestra provincia en ser parte de la selección argentina juvenil y en el primer jugador de campo del interior del país en vestir la celeste y blanca.
Barrientos, a pura determinación, abrió las puertas para que, más de tres décadas después, Córdoba celebrara la consagración de Facundo Zárate, Gaspar Garrone, Lautaro Dómene y Joaquín Kruger como campeones mundiales con Los Leoncitos.
Pero no fue nada fácil.
Barrientos tiene 54 años y desde que en el ‘78 comenzó a jugar al hockey en el Córdoba Athletic Club, su vida quedó siempre ligada al deporte.
Después de cuatro años sin venir, volvió a Córdoba para presentar su libro Cultura de paz en el deporte. Guía práctica para transformar conflictos en oportunidades, que escribió junto con su esposa, la investigadora catalana Mariana Caireta. Fue en el marco de una acción conjunta de la Universidad Católica de Córdoba, la Universidad Provincial de Córdoba y el Club Atlético Talleres para la promoción de la no violencia en todas las actividades deportivas.
Su estadía “en casa” motivó el encuentro con Mundo D y la vieja cancha del Jockey Club fue el escenario elegido.
“Los recuerdos de la infancia son en el Athletic; y los recuerdos más lindos, en el Jockey”, comenta Andrés.
Es que Barrientos y tantos otros compañeros se pasaron al club hípico en 1984 y fueron parte de la construcción de la primera cancha del Jockey. Las emociones, entonces, comenzaron a invadirlo.
“No tuvimos nada fácil. Aquí no había nada, esto era todo tierra. Y lo hicimos juntos, a punta de pico y pala, poniendo los postes y dejando la cancha en condiciones, porque si queríamos tener un campo lindo, teníamos que hacerlo nosotros. Y lo hicimos muy bien liderados. Teníamos algunos mayores en el grupo que supieron hacerlo y nos inculcaron valores para siempre, que aún hoy perduran”, asegura el cordobés y concluye: “El hockey me dio amigos para toda la vida, irremplazables, forjados en el esfuerzo, en el sudor y en la dificultad”.
“La ida a Buenos Aires llegó un momento en el que yo había jugado ya unos 14 campeonatos nacionales para Córdoba. Había tocado un poquito techo”, reconoce quien se consagró tres veces en el Argentino con los colores de nuestra provincia y una con Buenos Aires. “A ese no lo cuento, porque yo en realidad quería jugar para Córdoba, pero el entrenador no me dejó porque yo no jugaba en clubes de acá”, repasa.
“En ese mes que me fui en el ‘86, me entrené muchísimo y aprendí tres gestos técnicos que acá en Córdoba no existían… Y en el ‘87 me fui de nuevo Buenos Aires sin tener ni dónde entrenar, ni dónde dormir, ni dónde jugar. Pero en 45 días me conseguí todo”, dice.
Y ese “todo” tuvo visos de “imposibles”. Porque fue hasta el Ministerio de Educación a hablar con su titular (“Lo esperé cinco horas”) y consiguió que le firmara los papeles necesarios para que le reconocieran el año que había cursado en Córdoba en el antiguo Instituto Nacional de Educación Física. Continuar sus estudios era para él tan importante como conseguir un club y dónde hospedarse.
Y de igual modo procedió para tener alojamiento “porque el Sedena (hoy Cenard) estaba cerrado”. “Le expliqué al ministro Osvaldo Celia que mi sueño era estar en la selección, pero me dijo que no había nada, ni comida, ni nada. Y yo le dije que solo quería un lugar donde dormir. Éramos ocupas de un lugar cerrado. A los seis meses, abrieron el comedor y pasamos a comer cuatro veces por día”, cuenta.
Después se presentó en Gimnasia y Esgrima de Buenos aires (Geba) y se ganó un lugar que ocupó durante tres años.
“En medio de todo eso, llegó la convocatoria a la selección argentina. Yo creo que quedé por lástima, porque sabían lo que había hecho”, admite, y cuenta que integró un verdadero “equipazo”.
“En el Jockey jugaba de mediocentro, corríamos como animales. Pero allá jugaba de defensa por izquierda y perseguía al mejor del otro equipo. Con humildad, mientras pudiera jugar, jugaba”, dice.
Y finalmente, llegó el momento que tanto había anhelado. A Andrés se le llenan los ojos de lágrimas al contarlo. “Fue todo muy difícil y, por eso, muy valorado”, remarca. “Fue un partido amistoso contra Chile”, dice sobre la primera vez que usó la celeste y blanca.
“¡La de Racing!”, le dijo su abuela cuando orgulloso le mostró por fin la camiseta que tanto quería tener. Pero no, era la de Argentina, con la que se consagró campeón en el Panamericano Junior de Trinidad y Tobago en 1988.
“Después intenté llegar a los Juegos Olímpicos de Seúl, pero no lo conseguí. Sí me entrené como invitado con la selección mayor y jugué amistosos; pero no un partido oficial”, explica.
Él hizo todo por cumplir su sueño, apoyado en las palabras que su padre le dijo antes de partir. “‘Andá, probá, arriesgá, y volvé que esta es tu casa’”, me dijo. Y nunca lo olvidé. Eso me dio mucha confianza y mucha fe”, revela.
Cuando Andrés sintió que lo que le “daba y quitaba Buenos Aires estaba parejo”, decidió emigrar a España y en 1992 se radicó en Barcelona, donde vivía su madre.
Siguió jugando por unos años al hockey, se licenció allá en Educación Física e hizo un máster en Educación Física y Salud. Su formación incluye también el título de entrenador nacional de hockey sobre césped y tiene un máster en Coaching Deportivo.
Después de concluir su carrera como jugador en España, fundó el Catalonia HC y creó la Liga Escolar de Hockey de Barcelona.
Ahora trabaja en deporte educativo y deporte social en los barrios más vulnerables de la ciudad catalana, con la premisa de abonar allí sus años de estudio y de trabajo en la cultura de paz en el deporte.
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Fuente: https://www.lavoz.com.ar/deportes/hockey/el-cordobes-que-llego-a-la-seleccion-argentina-de-hockey-sin-ser-citado-y-abrio-el-camino-en-los-80/

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