El siglo XXI requiere una universidad de calidad y socialmente inclusiva – LA NACION

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La universidad argentina enfrenta tres grandes desafíos: tiene pocos graduados; tiene pocos graduados en las carreras científicas y tecnológicas, y tiene pocos estudiantes provenientes de hogares pobres. A pesar de la gratuidad generalizada de la universidad pública, son pocos los graduados que provienen de hogares humildes. Tengamos presente que el futuro económico y social de nuestro país está directamente vinculado al fortalecimiento de la calidad y la inclusión social de nuestra universidad, que es de la mayor importancia en este siglo XXI, caracterizado como el siglo del conocimiento.
En este siglo, el capital humano es más importante que el tradicional capital físico y los recursos naturales; este capital humano es aportado esencialmente por la educación en todos los niveles y, en las últimas décadas, especialmente por la universidad. La universidad nunca antes ha sido más importante que hoy, y el valor de una educación universitaria de calidad nunca ha sido tan elevado como en este tiempo que nos toca vivir.
La mayor parte de los empleos creados en los últimos años requieren estudios secundarios y universitarios, ya que el nivel educativo se ha transformando en el piso establecido por muchas empresas para el ingreso de su personal. Los grandes cambios de este siglo identifican a la universidad como la clave para un futuro próspero y con igualdad de oportunidades. Así como el diploma de la escuela secundaria se convirtió en el pasaporte para participar de la era industrial del siglo XX, hoy la educación universitaria se ha convertido en el requisito para ingresar en la era del conocimiento del siglo XXI. La sociedad actual demanda ciudadanos con un aprendizaje continuo, y para esto se necesitan instituciones educativas capaces de ofrecer esta capacitación. Por esta razón, no existen dudas acerca de la creciente importancia de la educación universitaria en las próximas décadas.
Como hemos dicho, a pesar de la gratuidad generalizada de nuestra universidad pública, son pocos los graduados que provienen de hogares humildes. En este aspecto, es importante prestar atención a lo que ocurre en nuestro vecino de la otra orilla del Plata. El Fondo de Solidaridad del Uruguay (FSU) es una institución creada hace más de 25 años con el objetivo de administrar un programa de becas para estudiantes con recursos económicos escasos y ayudar a que estos realicen estudios universitarios y terciarios. El FSU fue creado en 1994, durante la presidencia de Luis Alberto Lacalle (padre del actual presidente de Uruguay), y desde entonces sigue vigente más allá de los cambios de gobierno.
Desde su creación, el FSU se ha ido actualizando por la gestión de gobiernos de distinto color político (blancos, colorados y Frente Amplio), se han modificado algunos aspectos, pero siempre ha conservado su característica principal de solidaridad intergeneracional entre los estudiantes: los profesionales brindan apoyo a quienes inician o se encuentran promediando sus estudios.
Los resultados de estas becas se reflejan en la participación de los graduados becarios sobre la graduación total. En los primeros años, la cantidad de graduados que habían recibido la ayuda del Fondo era mínima, siendo del 1% del total en 2001, pero ya en 2011 alcanzó el 15% del total de graduados. Este crecimiento sostenido se mantiene hasta el día de hoy, ya que las últimas cifras disponibles manifiestan que en 2019 la participación de graduados becarios fue del 22% del total. Las evidencias indican que aquellos estudiantes que han recibido la beca logran un impacto positivo en su trayectoria estudiantil, no solo disminuyendo las probabilidades de abandono, sino también fortaleciendo su dedicación al estudio y aumentando la cantidad de materias aprobadas.
En cuanto al monto de la beca, los beneficiados por el FSU reciben mensualmente alrededor de 225 dólares. No hay exigencias académicas al momento de solicitar la beca, pero para renovarla se le exige al alumno aprobar el 50 por ciento de los créditos del año en curso, como también tener aprobado el 50% de lo que lleva cursado de la carrera, esto es un sano estímulo a la dedicación al estudio. En carreras técnicas esos límites se reducen al 40%.
El FSU se financia con los aportes que deben realizar los graduados de la Universidad de la República (Udelar), la Universidad Tecnológica del Uruguay (UTEC) y la Dirección General de Educación Técnico Profesional-UTU. Los profesionales cuyos ingresos mensuales sean superiores al mínimo no imponible de alrededor de 915 dólares comienzan a aportar 5 años después de haber aprobado la última materia de su carrera, y el pago del aporte, en términos generales, se extiende durante los siguientes veinticinco años, o cuando se alcancen 70 años de edad o se jubile. El aporte a pagar por los profesionales graduados de estas instituciones públicas gratuitas consiste en una suma anual que se puede abonar en doce cuotas mensuales. El monto de estas cuotas varía entre 4 y 19 dólares dependiendo de la extensión de la carrera que hayan realizado y de la cantidad de años que hayan pasado desde el egreso. Además, los graduados en carreras de cinco años de duración o más abonan un aporte adicional equivalente a aproximadamente 16 dólares mensuales que se suma al aporte original.
En la Argentina, si bien no existe un programa de becas tan desarrollado como el uruguayo, debemos destacar que la provincia de Entre Ríos ha creado el Instituto Becario, encargado de otorgar becas a estudiantes de los niveles secundario, terciario y universitario nacidos en la provincia o residentes por al menos tres años. El instituto se financia con recursos del estado provincial, como también con el impuesto al ejercicio de profesiones liberales, que grava el 2 por ciento de la facturación total de los graduados universitarios de la provincia que ejercen profesiones liberales, al mismo tiempo que los exime del pago de Ingresos Brutos.
Es hora de dar en nuestro país un paso adelante para fortalecer una universidad orientada al futuro y más inclusiva. La igualdad de oportunidades no se puede lograr simplemente con discursos; se requieren medidas concretas y efectivas. La adopción del FSU es una de ellas, pudiendo así becar a unos 100.000 estudiantes con escasos recursos económicos, aumentando así la graduación universitaria de miles de jóvenes pobres, especialmente en las carreras científicas y tecnológicas del futuro. Los años que vienen serán críticos para nuestro país, ya que estará en juego nuestra capacidad de aprender de los errores del pasado y encauzar nuestro rumbo como nación por el sendero no solo del crecimiento económico, sino también de la igualdad de oportunidades y la inclusión social.
Guadagni es miembro de la Academia Nacional de Educación y Boero, del Centro Estudios Educación-Universidad de Belgrano
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